Mi vecino Augusto

por Fodor Lobson

Augusto vive en el departamento de arriba. Debe andar por los 55, año arriba, año abajo, y vive solo desde que murió su madre, hace cuatro o cinco añitos. Dedujimos que es separado, divorciado o algo así porque un día nos lo cruzamos en el portal con un muchacho en los veintitantos que nos presentó como a su hijo. Augusto tiene una novia, una rubiecita de bote ya entrada en años, medio despistada, que a veces se equivoca de piso y llama a nuestra puerta en lugar de a la de él.
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Además de vecino, Augusto es el presidente del Consorcio del edificio. Llegó a la presidencia mediante de una agresiva campaña política durante la Guerra de los Administradores que dividió al edificio en dos bandos enfrentados. Pero esa es otra historia que me reservo para un post futuro. Afortunadamente, nosotros estamos alquilados en este depto. Al no ser propietarios nos ahorramos las reuniones de Consorcio que son un bolazo y en las que además está el vicepresidente del consorcio, el temido Lacremi.
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Para completar el cuadro diría que si hay una palabra que define a Augusto es “chanta”. Prueba de ello es su ocupación, porque aparentemente es ingeniero en algo pero trabaja en casa de noche. Lo de trabaja es un decir porque habitualmente tiene la tele a todo volumen, normalmente ve películas de todos géneros, incluyendo las de adultos. Además de ver tele, riega las plantas de sus balcones, que, por supuesto están precisamente sobre nuestros balcones. Creemos que el método de riego que utiliza es el de inundación, como si fueran cultivos de arroz, porque cuando Augusto riega, a nosotros nos llueve. Y eso me retrotrae a la noche en que salimos al balcón para pedirle que le aflojara con el agua y descubrimos cual es su uniforme de jardinero: una remera; nada más. Rody dijo: “un es pan toh” y se fue a vomitar la cena: medio litro de vodka.
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Bueno, si ya se han hecho una idea de cómo es Augusto, ahora imagínenme a mi a las cuatro de la madrugada, con un dolor de cabeza galopante, cagándome en su difunta madre por que mientras él veía Mamma mía, yo sentía que tenía a Abba -por fin reunidos- tocando en la cabecera de mi cama.