sábado, 27 de febrero de 2010

Temblando

por Fodor Lobson

Tres y media de la madrugada, llegando a casa de un asadazo de viernes (costillita de chancho, vacío y chorizos) regado con un Trumpeter que me regalaron por mi cumple y que venía reservando y rematado, como no, con helado de postre. Gran asado gran.

Decía, tres y media de la madrugada, llego, me acuesto, le doy a un interruptor que apaga la luz y empieza a moverse la cama. No, no vivo en un telo, lo de la cama nada que ver con el interruptor. Pura casualidad, coincidió que yo apagué la luz y empezó el temblor.

Ha sido fuerte. Y ha sido largo. Creo que el más fuerte que he sentido desde que vivo en Mendoza, y he tenido oportunidad de experimentar varios.

Tras cinco segundos de movimiento de cama (y agitación frenética del ventilador de techo) nos damos cuenta de que no es un temblorcito más. Agarré lo primero que encontré tirado en el piso (un jogging y una remera) y te vas a la entrada del depto; se supone que el quicio de la puerta es un lugar seguro de la casa. Pero seguían pasando los segundos y seguía temblando y yo pensaba mientras el televisor se marcaba un twist sobre su mesita "si se cae el tele ya tendremos una excusa para comprar un LCD". A los treinta o cuarenta segundos hemos decidido bajar a la calle. El temblor ha durado cerca de un minuto, dicen. Los datos hasta el momento aquí.

En la calle nos encontramos con los vecinos. Todos vestidos como para una cena de Gala. Risitas nerviosas, chistecitos con ánimo de desdramatizar y algunas miradas angustiadas. La señal de prohibido estacionar frente a la puerta del edificio parece un diapasón. Es la réplica. Nos cruzamos todos a la plaza, no sea que se venga abajo el edificio. Uno nunca sabe.

Media hora hemos estado en la plaza. Al final el cansancio gana, y regresamos a casa, eso sí subiendo a pie, no me meto en un ascensor ni loco.

Y acá estoy, de nuevo en la cama, con la compu en el regazo, escribiendo a ver si llega el sueño.

Un bostezo. Creo que ya está por hoy, son las cinco. Espero que no tiemble de nuevo porque tengo sueño y el asado a medio digerir.

10 comentarios:

Subjuntivo dijo...

Qué mal...
¿Che, y no es medio kamikaze salir a la calle? Si se cae algo mientras bajás, o si se te cae encima... no sé... Claro que quedarse en el marco de metal tampoco está muy bueno...

Igual, si te la bancás, y te quedás, aprovechás la cama en movimiento, y mirá qué linda anécdota para contarle después a tus nietos!

Qué bueno ver que esté usté bien, espero que los otros dos hayan corrido suerte semejante.

S.

Kaitos dijo...

Que noche Fodor! Agitado pero no revuelto, como los martinis de Bond.

Un gusto leerlo y saber que pasó todo bien.

Abrazo

Fodor Lobson dijo...

Subjo,
sucede que las decisiones se van tomando según lo que va pasando. Lo habitual es primero abrir la puerta de la casa (para evitar el riesgo de que se bloquee encerrándole a uno) y quedarse en el quicio de la puerta. Eso es lo que hacemos en los temblores cortos que duran 5 o 10 segundos. Pero cuando duran más de 20 segundos uno no sabe qué puede suceder, no sabe si es solo un anuncio de uno mayor que va a tirar el edificio abajo, y por eso se baja a la calle y se aleja uno de los muros del edificio.

Kaitos,
sí, ha sido fuertecito y las imágenes que he estado viendo ahora de Chile de terror.

gerund dijo...

que mezcla de emociones (qué terrible, qué alivio que esté bien, qué susto...).

Julita dijo...

¡Qué horrible la sensación de que se te mueva el piso!

Fodor Lobson dijo...

Normalmente no me asustan los temblores, y hasta lo disfruto un poquito porque es una sensación extraña, pero esta vez, por primera vez, pensé, "Oh Oh, esto se complica"

lauruguacha dijo...

Por suerte no se complico más, saludos Fodor, cuando me enteré enseguida pensé en usted.

Fodor Lobson dijo...

Gracias Uru, es usted un bombón.

Agustín Molina dijo...

Tu descripción del terremoto en Chile es espeluznante... más teniendo en cuenta que tu relato fue "en vivo y en directo"... en Mendoza!!!
Qué susto, amigo!

Fodor Lobson dijo...

Willkommen Agustín,
Más susto dan los coroneles con propuestas aparentemente deshonestas en los asados del sábado.