lunes, 25 de septiembre de 2006

Edmundo somos todos

Termino de releer por enésima vez "El Conde de Montecristo", emocionado como siempre, y pienso en su éxito universal y vigente. No sólo de la novela de Dumas, ni de sus versiones cinematográficas, sino también de las referencias, directas o indirectas, que encontramos por todos lados.
Valgan como ejemplos las desventuras del protagonista de la surcoreana Old Boy similares, al menos en su primera parte, a los de Edmundo Dantés, o la obsesión por la versión cinematográfica que tiene V en "V de venganza".
En "La Reina del Sur" de Perez-Reverte la lectura de la novela durante su encierro en una prisión española, actúa como catarsis en una muchacha mexicana sembrando la semilla de lo que la convertiría en la reina del tráfico de drogas peninsular.
¿Vamos a hablar de Echarri y su Montecristo televisivo? No, no vamos.
La fórmula funciona porque el deseo de venganza, especialmente contra la injusticia, es algo muy humano. Y si no, analicemos quien no sintió una morbosa satisfacción cuando Nicole Kidman, develada como hija de un alto capo mafioso, le ordena a los secuaces de papá que maten a los hijos de la maestra de la misma forma en que ésta había destrozado sus porcelanas...

1 comentarios:

¿...? dijo...

Echarri fue lo más cercano a una mesita de luz que he visto en mi vida.
De madera, de madera.