Cohetes al cuete

En nochevieja –qué nombre feo, nochevieja- todo gira alrededor de la medianoche, momento en el que chaaan, brindamos, nos abrazamos, besamos y empiezan los fuegos artificiales y bla bla bla. En las Iberias se celebra comiendo una uva por cada una de las doce campanadas (de su Iglesia vecina) que indican el cambio de día. En Italia sacan muebles viejos a la calle, en Brasil (en Bahía, al menos) se visten de blanco y tiran al mar papelitos con no se qué deseos (no conozco los detalles, quien tenga ganas que guglee y luego me contradiga), en varios países usan ropa interior roja, etc etc etc.

Lo importante es cruzar esa delgada línea que separa el 2007 del 2008. Pero este año, en las Argentinas, alguien decidió cambiar la hora apenas un par de días antes del preciado momento, para aprovechar la luz. Bah, lo de aprovechar la luz será en BsAs, porque acá en Mendoza, el hecho que sean las diez de la noche y todavía de día es más bien deprimente. La medianoche del 31 de diciembre fue en realidad a las 23 horas.

Y entonces… si dentro de un mes se decide que lo del cambio de hora no anda, y volvemos para atrás, todos esos brindis, abrazos, besos y fuegos artificiales habrán sido en vano, una burla. Los buenos deseos para el 2008 se marchitarán, los intentos de mandar mensajes por celular en una red sobresaturada, esfuerzos inútiles, y toda esa alegría contagiosa – y para qué negarlo, algo estúpida- de la medianoche, habrá sido falsa y la recordaremos con rencor.

Afortunadamente nos redimirá el 29 de febrero, merced a la bisiestitancia de los años olímpicos.