El buen Karma de la Carme

Se juntaron los posts irreverentes sobre María, la madre de Jesús y el cumpleaños de Gerundita (el pasado domingo) para recordarme que hoy es el cumple de mi madre. La Carmeta cumple 56 pirulos. Dice el dicho madre no hay más que una, y a tí te encontré en la calle, aunque en este caso yo debería decir madre no hay más que una y a ustedes les encontré en la blogosfera, y aunque también añadiría madre no hay más que una... ¡por suerte! debo reconocer que la Carmeta, aunque un poco pesada, es buena persona.

La Carmeta en realidad nació siendo la Carmencita, en Motril, provincia de Granada. Sin embargo a la edad de 4 añitos, junto con su família (mis abuelos los malos y mís tías las malas) emigraron, primero a Asturias y finalmente a Barcelona.

Con 11 ó 12 añitos, terminó la escuela primaria con tan buenas calificaciones que las maestras le consiguieron una especie de beca o subsidio para que pudiera estudiar la secundaria en una escuela de monjas (en esa época, pleno franquismo, los secundarios eran casi todos en escuelas religiosas). Grande fue la desilusión y amargas lágrimas tuvo que tragar, cuando su padre, mi abuelo el malo, dijo que no, que la niña ya había estudiado lo suficiente, y que ya era hora que se pusiera a trabajar; y así fue, con 12 años mi madre empezó a barrer el piso en una peluquería, a cambio de cuatro cuartos que se embolsaban sus padres para el presupuesto familiar. Años después, cuando la Carmencita ya era la Carme, la nuera de mi abuela la buena, esta última dijo que ese lamentable incidente había convertido a mi madre en una inteligencia, si no perdida, sí desaprovechada.

La Carme fue la única de las cuatro hermanas que se casó con un catalán. La única que aprendió la lengua del pueblo que la había recibido, lengua que adoptó como si fuera la suya.

Por todo ese deseo de superación constante y por mucho más, es que, a pesar de que a veces quisiera matarla, voy a dedicar el post de hoy, el día de su cumpleaños, a mi madre, la Carme.